Recuerdo con genialidad la perspicacia de contestar un examen cuando no se ha estudiado para este.
¿Les ha pasado?
El papel en blanco frente a ustedes, las preguntas enumeradas esperando ser contestadas, unas vagas instrucciones encabezando la tortura y tu lápiz en mano para iniciar el interrogatorio.
De repente, cuando sospechas que el caso está perdido, descubres que varias de las preguntas inician sólo diciendo: "¿Crees que....?" "¿Recomendarías que....?" Astutamente, la respuesta para ti puede ser contestada con un sencillo "sí" o un breve "no". Así que te animas a responder con monosílabos pues en tu defensa está el que la pregunta no pide nada más de tu parte. ¡Listo! Auguras aprobar.
Reflexión...
Aunque como docentes pudiéramos esperar una obvia respuesta amplia y argumentada, si la pregunta o instrucción no lo pide, dejamos una apertura que algunos osados alumnos tomarán. La sugerencia es cuidar en el diseño de un examen, la redacción de las preguntas, atender detalles que nos hagan conscientes de lo que estamos pidiendo, para que no nos sorprendan con otras respuestas. Y no sólo por aquellos valientes que osan librarse de algo... sino porque a veces pedimos que se "mencione" esperando un argumento o pedimos "explicar" esperando una definición.