Seguramente han escuchado la historia de aquel niño y la flor roja. Entre los educadores esta historia es bastante popular. Data de un niño que se inicia en el colegio y su maestra les indica que dibujen una flor... ¿ya la recuerdan? El niño inicia sus trazos según su creatividad se lo dicta. Sin embargo, la maestra le solicita que copie el dibujo modelo que está al frente del salón: una flor roja con tallo verde y una hoja asomando a la derecha del mismo.
El relato continúa diciendo que el niño al cambiarse de escuela y recibir la misma indicación de dibujar una flor, pide a la nueva maestra le muestre el modelo a seguir para no errar. La maestra sonriente le indica que no existe tal cosa y que dibuje según su imaginación quiera. El niño entonces no puede imaginar otra cosa que la misma flor roja con tallo verde y una hoja asomando a la derecha del mismo; y eso dibuja.
Aunque parezca ficción, esto sí es realidad.
A mí me pasó...
Recuerdo bien aquel salón de primaria. Las paredes de ladrillo rojo y los pupitres de madera. El cuaderno de trabajo frente a mí tenía un bosque delineado que yo debía iluminar. Emocionada por estrenar una caja de crayolas recién adquirida, busqué el color que mejor hiciera justicia a mi imaginación y a mi innovadora intención de dar vida a aquel paisaje. Tomé una crayola que me maravilló. Una que leía en su etiqueta "verde esmeralda" Como podrán suponer, aquel verde no era cualquier verde. Era esmeralda. Y seguramente entre las tantas tonalidades de verde, esta era la menos popular para un bosque hecho al estilo tradicional. Pero no me importó, yo feliz lo llené de color.
Mi ánimo visitó el suelo cuando la maestra luego de recoger los trabajos, nos los devolvió uno por uno a todos nosotros. La sorpresa de un cero me desconcertó el alma. La maestra me miró y tajantemente decretó: "Los bosques no son azules, son verdes" Y yo, en mi silenciosa voz de niña defendí inútilmente "pero es verde... no azul..."
Es triste este episodio de mi vida escolarizada. Tanto, que aún a mis treinta y cuatro años lo recuerdo vívidamente; con olores, sensaciones y todo. Afortunadamente el desenlace de mi historia no ocurre como aquel niño de la flor roja. Yo aún uso colores que los "adultos" descalifican y aún uso mi imaginación y mi creatividad.
Pero me pregunto... ¿habrá otros por ahí a quienes estas experiencias si les coartaron su creatividad?
Díganmelo ustedes. ¿Vivieron algo similar? ¿Conocen a alguien que viviera esto?
Recomendación: En el salón de clases siempre habrá uno o dos niños que salen de la norma. Que tomarán la crayola aparentemente azul para crear algo totalmente novedoso. No invaliden las opciones que salen de lo usual. Están presenciando el desarrollo de un chiquillo que hará algo diferente en el mundo. Nos hacen falta más de esos niños.
Salvaguarden la creatividad.
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